Hablar de fraude fiscal es como hablar de sectas o sociedades secretas, porque todo lo que se puede decir en realidad son suposiciones, o datos sin contrastar. Precisamente por eso existe el fraude: porque no se sabe lo que se mueve en realidad. Si se supiera, no habría fraude.
De todos modos, los economistas tienen herramientas para determinar, aproximadamente, las cantidades defraudadas y cual es la diferencia entre la economía nominal, o sea, la declarada, y la economía real. Uno de esos baremos, inexacto, es el consumo de diésel, otra el consumo eléctrico, el número de automóviles que se venden, etc., etc.
Según esos datos, el fraude fiscal en España es el correspondiente a lo que debería ingresarse si saliese a la luz un 25% más de PIB. O sea, que nuestra economía sumergida equivale al 25 % del PIB. Una verdadera burrada y una de las cifras más altas de todo el mundo desarrollado, al que nos empeñamos en decir que pertenecemos a pesar de datos como este.
Las asociaciones de inspectores de Hacienda publican de cuando en vez documentos en los que se quejan de lo poco que les ayudan a hacer su trabajo,d e la falta de medios, de la desidia general de los gobiernos en un tema como este, y de muchas cosas más. De paso, alertan también de cuales son los fraudes más frecuentes y qué más utilizan los españoles.
Estos son, más o menos, los fraudes preferidos por los españoles:
-1- Sin IVA, por favor. Ahorrarse el IVA de una factura a cambio de no tener garantía alguna. Este fraude es doble, pues Hacienda no ingresa el IVA y tampoco recibe nada de los ingresos del que no da la factura, que oculta así sus rendimientos.
-2- Facturas falsas. El problema contrario. Quienes están en módulos generan facturas falsas para incrementar artificialmente las desgravaciones de otros y obligar a Hacienda a devolver un IVA que nunca se pagó.
-3- Trabajadores sin alta. El empresario que no da de alta a un trabajador se ahorra las cotizaciones sociales y además puede tener ingresos que no declara, pues no se le estiman los rendimientos de ese trabajador.
-4- Ayudas y subvenciones indebidamente cobradas. Bajas fraudulentas. Trabajar mientras se cobra el paro. Pensiones cobradas sin razón. Corrupción a raudales en todo lo que supone dinero gratis y sin contrapartida.
-5- Operaciones internacionales fraudulentas u opacas. Tramas de importación, movimientos en paraísos fiscales, etc.
-6- Declaración de precios de venta falsos, para evitar el pago de plusvalías, tanto en activos mobiliarios como inmobiliarios.
-7- Ocultación de capitales para evitar que se detecten rendimientos y patrimonios. Esto es especialmente notorio en herencias y por supuesto, en los rendimientos obtenidos por los métodos anteriores.
-8- Empresas tapadera para absorber los beneficios de otra, o empresas fantasma que permitan acomodare los ingresos y gastos de otras reales.
Hay muchos más, y seguramente el orden no sea este si nos refiriésemos al volumen de lo defraudado. Pero como nos referimos a la frecuencia con que le fraude se comete, tenemos con estos datos una idea aproximada de lo que más nos gusta en estas tierras. Y mientras no se resuelva, el Estado tendrá que gastar menos o sangrar más a los que cumplen.
Lo primero me parece materialmente imposible conociendo a la clase política. Lo segundo lleva camino de serlo.
O sea que no sería malo intentar combatir el fraude un poco.
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