Ni sitio tienen los carteles para el precio...

Hace pocos días, y por encargo de una persona que vive fuera de la ciudad, realice unas cuantas llamadas de teléfono a particulares e inmobiliarias preguntando precios de pisos en venta y en alquiler. Por una parte, me llamó la atención la disparidad de precios, sobre todo en los pisos en venta, con diferencias de hasta el 100 % en edificio, barrios e inmuebles similares, y por otra, y de es quiero hablar, me dejó muy extrañado la insistencia de muchos propietarios a no dar precio alguno por teléfono y esperar al encuentro personal para hablar de dinero.

Después de reflexionarlo, me parece que esta actitud de ocultar el precio de lo que se vende no sólo es manifiestamente ilegal según el código mercantil, sino que oculta una serie de fenómenos que vale la pena comentar.

 

-En primer lugar, es una falta de educación y una tremenda desconsideración, porque a menudo las personas que llaman están fuera de la ciudad y se les obliga a perder tiempo y dinero en un desplazamiento que luego, conocido el precio, puede ser absolutamente inútil. Por eso, lo que em pide el cuerpo cuando me encuentro con uno de estos casos es decir que sí, quedar al día siguiente a las nueve de la mañana para ver la casa, y no presentarme por allí. No lo hago, pero es lo que me pide el cuerpo.

 

-El que no te quiere decir el precio de lo que vende, o lo oculta en su escaparate (inmobiliarias), te está tomando claramente el pelo, intentando aprovecharse de ti de algún modo, ya sea por la sensación de «compromiso» que algunos tienen tras preguntar o para poder subir o bajar el precio según vean el interés del comprador. Por tanto, entiendo que los que lo hacen se guardan una carta para obtener ventaja sobre mí y, de entrada, los considero peligrosos y no me fío de ellos.

 

-Publicar los precios de los inmuebles de manera obligatoria serviría para reducir el fraude fiscal, tanto en los casos de compra como alquiler. La gente se cuidaría mucho más de pedir dinero en negro o de declarar alquileres por debajo de la realidad si previamente hubiese publicado un precio, con todo lo que implica la publicidad de un producto. Nokia, por ejemplo, no puede anunciar un teléfono en 100 € y luego intentar vendértelo en 200€, porque la publicidad es un contrato que obliga al vendedor. Si esta publicidad fuese obligatoria de manera efectiva habría mucho menos mamoneo, menos chanchullo y más transparencia. Por tanto, la reticencia a publicar precios es un claro síntoma de que se podría estar intentando un fraude fiscal sobre precios basándose en la opacidad de la operación.

 

-Por último, la negativa a hablar de precios oculta en muchos casos el sexismo, el racismo, la xenofobia y otras formas de discriminación, pues algunos propietarios no publican los precios para poder subirlos o bajarlos dependiendo de la tonalidad de piel o el aspecto que vean a la persona que pregunta por el inmueble. Evitando publicar precios se pueden permitir solar el precio para un inmigrante, para un estudiante o para una mujer sola con niños.

 

Por tanto, así de claro lo veo yo: si unimos mala educación, posibilidad de timo, fraude fiscal y discriminación, veremos que lo que parecía una anécdota es en realidad un hecho bastante feo, bastante sucio y bastante grave. A ver si entre todos nos concienciamos y presionamos para que se cambie.

Share