Alcaldes negociando mancomunidad de basuras

Ya lo decía Quevedo en su memorial al rey Felipe IV, el mismo que lo trajo «de visita» a la cárcel de León: «lo que más se siente es que pongas por cobradores a nuestros deudores.

En España, afortunadamente, no hemos llegado aún al extremo de tener que poner un billete debajo de un periódico para conseguir que en la administración nos recojan un impreso, o no pierdan la documentación. En general, de hecho, mi percepción es que los funcionarios públicos son gente bastante o muy honrada, con la típica excepción, la que existe hasta en el gremio de ángeles de la guarda.

Sin embargo, nuestras arcas públicas y nuestra vida económica, se siguen resintiendo de dos clases de conductas corruptas perfectamente diferenciadas:

-Las licitaciones falsas, con soborno:

Cuando se trata de gastar dinero público, los concursos de proveedores están a menudo manipulados, de modo que el proveedor del servicio paga a veces ciertas cantidades a los POLÍTICOS que toman al decisión o convocan la licitación. Esto no es sólo un daño para la administración, que no elige al proveedor idóneo, sino para la economía en general, pues al evitar la verdadera competencia se encarecen los precios de los servicios y se impide la creación de nuevas empresas.

Como me dijo a mí un viejo político de la transición, poder hacer esto era la verdadera causa de que muchos estuvieran a favor de las autonomías y de la descentralización de las administraciones, acercando los gobiernos a los ciudadanos. De hecho, lo que muchos deseaban era tener acceso a licitaciones que antes les quedaban fuera de las manos y por eso apoyaron con entusiasmo la descentralización. O sea, caciquismo en estado puro.

-Las compras hinchadas

El otro sistema típico es pactar compras a precios hinchados, repartiéndose el dinero sobrante entre el proveedor y el político o funcionario de nivel alto que ordena y controla el pago. Basta con comprar mil sillas, por ejemplo, a diez euros más de lo normal para repartirse cinco mil euros cada uno. Y lo normal es que no sean sillas, ni sean mil, ni sea tan corto el margen de «ganancia» de los corruptos. 

Este tipo de fraude suele ser más común entre los funcionarios, normalmente jefes de servicio, que en vez de elegir la banda baja de los precios, eligen la banda media o alta de precios, y pactan en privado un descuento con el proveedor, sin que la administración se beneficie de este descuento.

Lo gracioso (o trágico) es que además dicen luego que la administración no pierde nada, porque ellos lo que se quedan es el descuento.

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