Con volumen, pero frágil.

Con volumen, pero frágil.

El dinero se mueve en cifras cada vez mayores, y con el cabreo que nos traen los recortes, a veces perdemos la pista de lo que realmente sucede, o esa es la impresión que tengo últimamente. Luego, no sé si para tranquilizarnos, tranquilizar a los mercados, o porque simplemente nos tomar por lelos,se explican ciertas cosas que no caben en cabeza humana. O al menos no en la mía.

La complejidad de los asuntos económicos es tal que no me imagino lo duro que tiene que ser plantearse la necesidad de explicar a los votantes lo que está sucediendo. Pero quizás fuese buena cosa que se planteasen un ejercicio de pedagogía en vez de recurrir al viejo sistema de la magia.

Porque vamos a ver: ¿quién está sosteniendo a buena parte de la banca española? El Gobierno, con fondos públicos. ¿Y quién está comprando la deuda pública que emite el Gobierno en las cada vez más frecuentes y abultadas subastas de deuda? Pues en muy buena parte, la banca española.

¿Se dan cuenta de lo que esto supone?

El Gobierno rescata a los bancos para que los bancos rescaten al Gobierno, y el cuento puede no tener fin, hasta el momento en que alguien se dé cuenta de que se trata del mismo dinero girando en medio del espacio, y cambiando de manos para ofuscar los asientos contables. En otros tiempos a esto se le llamaba hacer el cucurucho y estaba penado por la ley.

El cucurucho tradicional funcionaba como sigue:

La empresa A, con un capital de tres mil euros, y propiedad del desaprensivo Manolo, hacía una ampliación de capital por importe de otros tres mil euros, digamos que para comprar nuevas máquinas. La propia empresa A, o Manolo, compraba esas acciones, con lo que el resultado contable era que había acciones por 6000 euros, y los mismos 3000 euros de antes en la caja, porque salieron tres mil para comprar pero entraron tres mil por vender. Hacemos la operación otra vez y tenemos en caja tres mil euros, y acciones vendidas por importe de 9000. Y así sucesivamente. Se trataba simplemente de mover papeles de un lado para otro sin que la empresa creciese de veras, y el objetivo final era atraer a algún pardillo que, viendo que la empresa tenía un capital de 150.000 euros (sólo hace falta hacerlo treinta veces) pusiera dinero de verdad en alguna de esas ampliaciones de capital que tan rápida y fácilmente se agotaban.

Pues con la deuda pública y los bancos españoles, me temo que estamos en el mismo caso. El Gobierno apuntala el capital de los bancos y los bancos acuden a las subastas del Gobierno. Y el que se mete en esas subastas es el pardillo. ¿Cómo demonios queremos que, funcionando así las cosas, llegue el crédito a las empresas y a las familias? Imposible: el dinero no se puede sacar de esa ruda o se hunde el chiringuito.

Si después de tantos años de sofisticación contable hemos llegado a esto, apaga y vámonos…

 

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