Los números son el lastre.

Ya no es cuestión de cuánto más va a durar la crisis, porque sobre eso habría mucho que hablar, y muchos gráficas que mostrar, sino que ha llegado el momento de ver hasta cuándo podemos resistir. Esa es la pregunta verdaderamente acuciante, y aunque ya es bastante malo de por sí tener que planteársela, lo peor es que todas las respuestas que se me ocurren son francamente desalentadoras.

Un pequeño análisis de los números oficiales basta para darse cuenta de que no se trata solamente de que la banca esté en quiebra, de que el fraude fiscal nos haya dado en la cabeza o de que el robo manifiesto de los políticos haya acabado a la vez con nuestra cartera y nuestra confianza en las instituciones.

El caso es que la cosa va mal, porque no puede ser de otro modo con unas cifras como las nuestras. Y vamos a ellas, aunque sé que hay montones de versiones, con distintos matices y distintos modos de cálculo:

-La Seguridad Social dice que en España hay alrededor de dieciséis millones y medio de afiliados a la Seguridad Social. Lo pongo aparte y en el centro para que se vea bien.

16.500.000

Por tanto, hay dieciséis millones y medio de personas que cotizan

-Según los últimos datos de población activa, y demás, en España andamos cerca de los seis millones de parados.

6.000.000

-Con datos de parecido origen, sabemos que en España hay alrededor de nueve millones de pensionistas.

9.000.000

¿Os dais cuenta de que cada persona trabajando, está  pagando, casi, a un jubilado o a un desempleado?

Sé de sobra que no es exactamente así, pues desafortundamente hay muchos parados sin prestación alguna, pero compensando unas cosas con otras, al final, resulta que el desembolso total por estas dos partidas supera los 160.000 millones de euros. Y ese dinero tiene que salir de las aportaciones de cada vez menos gente, porque somos más viejos y hay menos empleo.

Y no sólo ese dinero. Porque la economía se divide en dos: la pública y la privada. Ambas generan valor, por supuesto, pero es el sector privado el que, con sus impuestos, paga también los salarios y las cotizaciones del sector público. Y en España hay tres millones cien mil empleados públicos.  No soy de esos majaderos que piensan que los empelados públicos son una rémora, porque empelado público es tanto el mequetrefe que NO te atiende en el ayuntamiento, como el policía que quieres ver en tu barrio, el médico que te opera, el juez que te hace dormir tranquilo o el profesor de mates de tu hijo. Hacen lo que hacen, opero lo cierto es que los pagamos entre todos.

La cuenta final nos queda, por tanto:

13.400.000 trabajadores del sector privado pagan:

-Sueldos y cotizaciones de 3.100.000 empleados públicos.

-Desempleo, y subsidios de 6.000.000 de desempleados (insisto en que sé que algunos no cobran más que los 400 € y otros, pocos, ni eso)

-Pensiones de 9.000.000 de pensionistas.

Cada cotizante que se va al paro es, por tanto, un doble daño.  Por un lado, deja de pagar, y por otro empieza a cobrar, con lo que el agujero de nuestras cuentas se agranda. Por mucho que nos vengan con recortes y con tonterías, lo único que puede salvarnos, y tiene que ser YA, es que disminuya el desempleo. A mi juicio, y teniendo en cuenta el mont0 de las pensiones y el de las cotizaciones, la cifra actual ya no es sostenible, pero me atrevo a pronosticar que el país entrará en barrena el día que la suma de los jubilados y los parados supere a la de los cotizantes. Ese día habremos dado el paso final hacia el abismo y ya no habrá salvación.

Todo lo que no sea actuar sobre este frente es perder el tiempo. Un tiempo que,  ya lo veis, no nos sobra.

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