El dinero de la operación Bernhard

Ya han pasado los tiempos en los que el dibujante genial se encerraba en un tugurio hasta depurar infinitamente su dibujo del billete de curso legal y fabricar luego unas planchas con que imprimir ese dinero en papel elaborado artesanalmente.

Ahora estamos más cerca de los nazis y su operación Bernhard, cuando un gobierno decidió que podía ser buena idea atacar al enemigo bombardeando su territorio con dinero falso. Los billetes seguían siendo fabricados por una autoridad legítima, pero el papel, las planchas y la fuerza industrial era la de todo un Estado, aunque los dibujos los hiciese un judío búlgaro, o albanés, llamado Solly Smolanoff.

El nuevo modo de falsificar dinero es aún más simple y efectivo: se trata de que los países impriman el dinero que no pueden respaldar con su riqueza, ni con su crecimiento económico, ni tampoco, cada vez menos, con su credibilidad.

Cada euro o cada dolar que fabrican nuestros bancos centrales, endeudados hasta las cejas, es dinero falso, billetes falsos como los que hacia el pobre choricete antiguo en su ático. Cada euro, cada libra y cada dólar que imprimen los que saben que no podrán respaldar ese pagaré con riqueza real, ni con ingresos futuros, ni con flujos de inversión o producción, es un billete falso. Y si los que lo imprimen lo sabe (y lo saben) son simples carteristas, falsificadores, estraperlistas de dinero que aprovechan la desaparición del patrón oro para obligarnos a jugar con dinero del monopoly mientras la riqueza real sigue otras rutas y otros destino.

Falsificar dinero es fundamentalmente eso. A lo otro, le llamo simplemente artesanía.

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