Gastos de representación andantes

Gastos de representación andantes

La literatura es lo que tiene: que en su interior cabe todo, desde el caballero loco que recorre la Mancha acompañado de su escudero hasta la descripción de una revista porno como “impresos comerciales”.

Una de las vertientes más curiosas, pero también más habituales, del fraude fiscal en el Impuesto de Sociedades, es la metamorfosis de los conceptos, de manera que gastos no deducibles se conviertan en gastos deducibles.

Así, una caja de botellas de whisky, por ejemplo, se convierte en suministros de hostelería. Así, cambiar todas las ventanas de un edificio, que es inversión, se convierte en reparación de tejado, que es gasto, y o necesita ser amortizado. Así, el tunning del coche particular, o el cambio de su tapicería, se convierte en avería electrónica en la furgoneta de la empresa.

Y así, sobre todo, es como los dividendos que se pagan a los accionistas, o cualquier otra retribución que se les entrega por su participación en beneficios, se convierten en servicios prestados por el socio, ya sean informes, trabajos hechos por allegados o cualquier otro truco para evitar que aparezca como dividendo, que es un gasto no deducible. La diferencia es importante, porque mil euros de dividendos convertidos en mil euros de gastos supone casi trescientos euros más, un tercio, en las arcas de la empresa. Y menos en las de Hacienda, por supuesto.

De lo que se mete como gastos de promoción y representación mejor no hablar siquiera: vino, colonias, restaurantes, viajes… Todo un mundo de ciencia ficción.

Los casos son infinitos, tanto como la imaginación de quien quiera colar un gasto no deducible o prefiera meterlo de un solo golpe en vez de dividirlo entre varios ejercicios.

Se trata de un asunto muy difícil de perseguir, puesto que la Agencia Tributaria puede comprobar si el gasto se ha hecho realmente, cual ha sido su importe y cual la forma de pago, pero tiene manera real de saber si el concepto facturado se corresponde al trabajo que efectivamente se hizo o es un elegante disfraz de cualquier gasto personal del empresario. Además, como decía al principio, no hay ordenador capaz de determinar si el concepto, que es pura literatura, se ajusta a un apartado o a otro, de manera que se puede convertir, cambiando la palabras, el gasto en inversión, la inversión en gasto, y todo en fuegos artificiales, para al final obtener un trato fiscal más favorable.

El inaudito laberinto de la legislación española es lo que hace posible este empleo de la imaginación literaria a la hora de redactar los conceptos. Eso, y el viejo amor español por la picaresca, paz de convertir las piedras en pan y en pan las piedras. Pura magia.

 

Share