La progresividad de los impuestos es un tema controvertido desde siempre, tanto a nivel político como doctrinal, en el estudio de la fiscalidad. El hecho de que un señor gane el doble que otro justifica plenamente que pague el doble, pero no está claro si justifica que pague cinco o seis veces más. De hecho, para algunos, la progresividad desincentiva el esfuerzo y la inversión, porque a partir de cierto punto, el Estado se lleva hasta el 45 % de tus ingresos, con lo que un buen profesional puede llegar a al conclusión de que le sale mucho más interesante dejar de trabajar a partir del mes de septiembre, por ejemplo, y despedir a todos sus empleados, que seguir trabajando.

Para evitar estos saltos de escalón, existe un método fraudulento pero muy eficaz, ya que el dinero que se detrae no sólo no aparece como ingreso, sino que puede ayudar a reducir el escalón de progresividad en que se encuentra el declarante.

Se trata de mantener una segunda actividad que dé pérdidas, al menos fiscalmente, para así reducir los ingresos y beneficios de la actividad principal. Por ejemplo, un abogado, puede tener, además de su bufete, una galería de arte. Si en el bufete no puede evitar emitir facturas a sus clientes y sus ingresos se disparan, puede encontrar el modo de vender los cuadros por menos de lo que los compra, o introducir las pérdidas de la galería de arte en los resultados finales del ejercicio a la hora de hacer el IRPF.

La variedad de estas actividades es infinita, pero se basa fundamentalmente en que alguien esté dispuesto a facturar por encima de lo que cobra. El caso más claro, es que alguien afirme haber vendido un inmueble por más dinero del que recibió en realidad.

¿Os parece imposible? Pues no lo es. Otro día, si os parece, hablaremos de ese caso concreto y de por qué a alguien le puede interesar declarar la venta de un inmueble pro más de lo que lo vendió, aunque eso le obligue a pagar plusvalías y un monton de tributos más.

Por supuesto, el modo más habitual y socorrido de reducir el escalón del IRPF es evitar dar facturas a los clientes, pero ya veis que ciando eso no e posible, porque los clientes lo lleven todo por el libro o por la razón que sea, hay otros modos de escaquearse de la odiada progresividad.

Y es que el peligro de la progresividad es ese: si ganando 5 pagas el 30 %  (1,5) y ganando 7 pagas el 40 %, (2,8) la tentación es demasiado fuerte.

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