togaHay una evidencia que no se puede olvidar: conocer la ley implica también conocer sus meandros, sus agujeros y saber perfectamente los lugares a los que llega y aquellos que quedan más o menos fuera de su alcance. Quizás por ese motivo, y sin entrar en odiosas generalizaciones, los abogados han sido siempre un grupo sospechoso para la Hacienda Pública.

A pesar de estar colegiados, y de que en principio se suponga que cobran tarifas fijas, lo cierto es que como cualquier profesional liberal acaban cobrando aquella cantidad que acuerdan con el cliente. En este sentido, los abogados se dividen en dos grupos principales a efectos fiscales:

-Los que prestan sus servicios a empresas, y que en principio tienen sus ingresos muy controlados, ya que las empresas necesitan las facturas para poder desgravarlas como gasto en su actividad.

-Aquellos que trabajan para particulares, que, comno consumidores finales y sujetos pasivos del IVA, tienen muy poco o ningún interés en que se les factuen los servicios y prefieren ahorrarse el 18 % de IVA y la parte correspondiente del Impuesto de Sociedades.

En el primer caso, tenemos que c0ntemplar una posibilidad que sucede muy a menudo en el mundo real: ya sea el abogado parte de la empresa o trabaje por su cuenta, el especial interés de las actividades que desarrolla y las fuertes cantidades de dinero que dependen de los resultados de su trabajo, suele conducir a que fuera de las retribuciones oficiales se pacten otras cantidades, habitualmente a porcentaje sobre los objetivos conseguidos. Así, aunque el abogado esté en nómina, se acuerda muy frecuentemente que se le pagará, por ejemplo, lo que le corresponda  de salario o lo que le corresponda por el caso según las tarifas colegiales, más un tanto por ciento de lo que obtenga  para la empresa en el proceso judicial en curso. Por supuesto, la parte correspondiente a este acuerdo extraoficial, que en muchas ocasiones es la parte más importante, queda fuera del control del fisco y se paga por el viejo procedimiento del sobre, en efectivo.

-En cuanto a los abogados que trabajan con particulares, en un caso de divorcio o de lindes, por ejemplo, el método es obvio: si el abogado debe personarse ante los juzgados puede cobrar el mínimo con factura y el resto aparte. Si ni siquiera tiene que presentarse ante el juzgado y se limita a asesorar a su cliente, la facilidad es tal que no merece ni un comentario.

 Los abogados, por tanto, no son sólo una fuente de fraude, sino que también lo estudian para a»aconsejar» a sus defendidos en este sentido.

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