servEn esta ocasión, en lugar de meternos con teoría, voy a tratar de contar una anécdota: hace años conocí el caso de un retaurante que se acogió a la tributación directa (ingresos menos gastos) y  que al estar en un medio urbano de pequeñas dimensiones utilizaba una técnica muy simple para defraudar: las facturas que daba a los conocidos no las contabilizaba, y las que daba a los desconocidos, iban íntegras la contabilidad. De ese modo, no corría el riesgo de que un día se sentara a su mesa un inspector de Hacienda y comprobase luego que la factura que le habían dado no aparecía en ninguna parte.

El caso es que debía de declarar muy pocos ingresos, y tras varios años de consecutivios de pérdidas, la cosa empezó a resultar rara. Las ciudades pequeñas tienen también ese inconveniente: que todo el mundo sabe qué negocios funcionan y cuales están vacíos, y además no es normal perder dinero siempre o ganar un sueldo de miseria a cambio de una inversión como la que requiere un restaurante.

Finalmente, un inspector de Hacienda amigo mío se presentó por allí y le pidió toda la contabilidad de los últimos tres ejercicicios, esperando encontrar más patatas comnpradas que vendidas, o más carne comprada que platos servidos. Pero no fue así: el dueño del restaurante tenía buen cuidado de aprovisionarse por los pueblos o en mercados a particulares donde lo trataban como a un cliente más, y sólo una parte de lo que compraba aparecía facturado por proveedores.

Mi amigo el inspectoir seguía sin creérselo. Pidió los recibos de la luz y el consumo era alto, pero eso no probaba nada. Tantas vueltas le dio, que al final lo encontró: el dueño del restaurante había declarado cuatro mil comensales en un año y la factura de la lavandería indicaba que se habían lavado veinte mil servilletas y siete mil manteles. ¿Le pone usted cinco servilletas a cada cliente? No, ¿verdad? Pues palo que Dios te crió.

Por eso, posiblemente, se ven ahora tantos restaurantes con servilletas y manteles de papel.

O eso desconfiamos algunos, aunque seguramente no sea por eso.

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