Primera obra de arte que el autor cobró y no declaró...

Hoy quiero hablar de uno de los principales males que nos aquejan, pero no desde el punto de vista de lo que se pierde de recaudación, sino abordando el tema de los males que la economía sumergida apareja. Los que sigan habitualmente este blog han visto, y pueden ver aún en los artículos anteriores que aquí no tenemos problema en señalar los fraudes que cometen las grandes empresas o el injusto tratamiento de favor que se da a los bancos y a algunos profesionales de altos ingresos, pero hay que ser justo y reconocer que el mal es mucho más profundo y de mucho mayor alcance.

El mal del fraude fiscal parte de lo  más hondo de la sociedad y lo cierto es que cada cual defrauda según su medida, con lo que resulta, y ruego se me permita la expresión, que el elefante la caga tamaño elefante y el gorrión tamaño gorrión, sin que uno se pueda decir más limpio que otro, sino sólo más pequeño.

Vamos por parte:

– El primer problema del trabajo en B, o en negro, como se le quiera llamar, consiste en principio en que Hacienda no recauda nada donde debería llevarse una parte de esos ingresos. Lo obvio.

-El segundo problema es que la Seguridad Social no recibe esas cotizaciones, con lo que los trabajadores en negro disfrutan de Sanidad y posiblemente derechos de jubilación (contributivos o no) a costa de los demás.

-En tercer lugar, tenemos que eso supone una distorsión de costes, con lo que el  que trabaja en negro obtiene una ventaja competitiva frente al que está legal. Puede trabajar más barato ganando más, expulsando al trabajador legal del mercado o haciéndolo menos competitivo.

-Cuarto: Los hijos del trabajador en negro tienen más posibilidades de obtener una beca o de tener preferencia a la hora de elegir colegio. Como se supone que su padre o su madre no tienen ingresos, pues pasa por delante del resto, cuando en realidad sus padres no son pobres, sino chorizos.

-Quinto: El defraudador obtiene derecho a justicia gratuita y turno de oficio, cuando posiblemente declarando sus verdaderos ingresos tendría que rascarse el bolsillo.

Sexto: el trabajador en negro puede disfrutar de ayuda familiar, subsidio por desempleo y toda clase de ayudas a las personas sin ingresos. En realidad, no sólo tiene ingresos y perjudica a los que pagan, sino que además, ¡cobra por ello! Jauja en estado puro.

Séptimo: preferencia en guarderías. Preferencia en la ley de dependencia. Preferencia en toda una serie de servicios….

Podría seguir hasta el número veinte, por lo menos, pero no vale la pena: la conclusión, lamentable, es que el alto porcentaje de economía sumergida que tenemos en España hace que cualquier medida que se tome en favor de los más desfavorecidos sea un aliciente más para trabajar en negro y no declarar. No sólo por lo que no se paga, sino también por lo que se obtiene al ser teóricamente pobre.

Así es imposible que la idea de solidaridad cale verdaderamente en la sociedad. Así no vamos a ningún lado.

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